lunes, 10 de diciembre de 2012

No son buenas las mandarinas a partir de las 4 de la mañana

La historia que van a leer ahora es la continuación de Orbitales Excitados, aunque también podríamos hablar de una historia paralela a esta. Para la gente un tanto delicada, se recomienda no leerla... ¡Que coño! Que la lean y se curen de espantos, tampoco es para tanto.

Esta anécdota es 100% real, relatada en primera persona por uno de los nuestros, que la sufrió en sus propias carnes. Con testigos y todo, que aquí somos unos fiesteros profesionales.
Ahí va eso:

Eran así como las 4 o las 5 de la mañana cuando los quimindividuos Rubén, Nerea, Pedro y Japy echaron a andar desde Plaza de Armas hasta Reina Mercedes. En el agradable y largo paseo con 'tol ciego en lo alto', topamos con unas guiris de acento argentino con las que tuve el honor de hablar. Estudiaban Comunicación Audiovisual o algo de eso, pero bueno, mucho saqué en base al estado de embriaguez en el que me encontraba.

La cosa siguió normal hasta que estábamos todos hasta nuestros respectivos órganos sexuales de andar, y decidimos pillar un taxi. No salió muy caro, ya que no estábamos tan lejos, pero demasiado agotados como para mirar por el dinero. Al llegar a la avenida, Nerea y Pedro se fueron a sus respectivas moradas, y quedamos Rubén y Yo (Me pongo en color porque soy Dios), quienes fuimos a nuestra cueva para dormir y recibir al día siguiente.

Recuerdo haber hecho macarrones ese día y guardarlos en el frigorífico. Mi compañero de piso, Rod, estaba despierto todavía estudiando (Que bajona...) y no quería macarrones; peor pa' él.

Rubén y yo nos atiborramos, porque eso, a esa hora, y después del currele que le dimos al hígado entraba como unos churros calentitos por la mañana. La fatal idea la tuve yo, al coger UNA MANDARINA del frigorífico. Involuntariamente, creo yo, el amigo Rubén no quiso aceptarla. Supongo que sabía lo que iba a pasar... Porque lo que pasó fue que nos acostamos y en pazzzzZZzZzZz.... ¡Pero algo pasaba! A la hora de dormirnos una voz susurraba desde la hendidura de mi estómago: VassssSs... a pOotAaaaR... EssSSSsAAAa mANDaRIIiIiNa... :D .

La locura se apoderó de mi cuerpo, no tenía ganas de levantarme, joder, no quería vomitar mandarinas, ¡Se supone que son nutritivas! Pero nada... Tuve que levantarme, me dirigí al servicio, agaché la cabeza y ¡FIESTA!  Aquello parecía la tienda de Orange, creo recordar que eché hasta la cáscara. Y nada, me lavé los díentes y me acosté con la boca seca cual botijo en verano, y así empezó el Jueves...

Como diría un camarada: Ha sido un placBUUAAARRRRG!!!... Uy, lo siento. Hasta el Lunes ;D

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