jueves, 1 de agosto de 2013

¿El peregrino? A tomar por culo.

Hoy voy a contaros lo que fue mi viaje de peregrinación por el camino de Santiago. Os advierto desde ya; no os prometo risas, no os prometo lágrimas, no os prometo nada. Intentaré ser lo más fiel que pueda a lo que fue mi vivencia por el arduo camino.

Si estáis listos, coged vuestra mochila y vuestro bastón y emprended este apasionante camino conmigo.

Empezamos.

Me embarcaba yo el Viernes día 19 de Julio hacia Sarria, pueblo que tendría el honor de ser el punto de partida de mi viaje. Sobre este día no hay mucho que contar: horas y horas de carreteras, gatos adorables y una capilla un tanto cochambrosa donde decidimos parar a comer.

El verdadero camino empezaba al día siguiente, a las 6:30 de la mañana. Estaba yo preparado con mi mochila deseando comenzar. Fue una gran sucesión de imágenes preciosas, maravillosos paisajes naturales y establecimientos únicos. La verdad es que el tiempo acompañó gran parte de la mañana, pero maldito el momento que dijo Ricardo "Ojalá salga un poquito de sol". Parece que el mismísimo apóstol Santiago escuchó sus palabras y abrió en cuestión de minutos una brecha entre el manto de grises nubes que cubría el cielo.



Fue en esta primera jornada donde conseguí al mejor compañero de viaje posible, mi bastón de madera tallado a mano. Este delgado amigo estuvo en todos los duros momentos del camino, acompañándome incesantemente en cualquier momento. Sobre el camino no hay mucho que contar, simplemente recordemos una escena, la cual la podríamos clasificar de un tanto satírica.

— Menos mal que quedan nada más que dos kilómetros.
—¿Dos kilómetros? Que va, quedan siete

Señores, nunca hagan caso de un mapa que te den del camino. Los mapas mienten, y estuvieron mintiendo durante todo el camino, dado que errores similares se dieron posteriormente. El caso fue que, ante tal calumnia, el aquí presente narrador se enfureció y decidió, haciendo uso de sus pocas fuerzas, recorrer los siete kilómetros sin descansar. Y así fue, el aquí presente los recorrió, siendo castigado por su ira con un regalito en la entrada del pueblo.
Mi regalito a la entrada del pueblo
El resto del día fue total descanso entre malas comidas, las cuales dejaron que desear.

A la mañana siguiente, nos enfrentamos a una parte aun más dura, no por su dificultad, si no por su falta de belleza y naturaleza. El camino fue una basura, prácticamente todo el rato estábamos a tres metros de la carretera. Cuán desagradable fue este tramo, que decidí avanzar en soledad, sin la compañía de nadie, con únicamente dos descansos para rellenar la botella de agua, siendo esto lo único digno mencionar de esta jornada.

Siguiendo con nuestro tercer día de camino, nos encontramos al fin un camino mucho más grato. Nos zambullimos en pleno bosque, bajo un techo natural de hojas y ramas que se rozaban entre sí, riachuelos cruzados por piedras apiladas y un ambiente maravilloso.

Paisajes maravillosos
En esta jornada decidimos hacer una parada en Melide para probar uno de los platos gallegos más típicos de la historia, el pulpo a la gallega. Solo puedo decir que su sabor era delicioso y que, acompañado por ese pan de pueblo, fue lo mejor que pudo probar mi paladar en todo el viaje.

Finalmente llegamos a nuestro siguiente alojamiento, perdido entre campos de maíz y recintos de ganado.
La verdad es que puede que tenga algo especial ese pulpo, dado que hubo en pequeño estado de trance en el que me entró la nostalgia y decidí rodearme de algunos amigos míos de forma improvisada.




Nos encontramos en la peculiar cuarta jornada, la cual, por motivos sanitarios, acabé saliendo solo a las 14:30 del pueblo. Me encontraba yo a esa hora bajo el arduo sol solo ante el camino. Es en ese momento cuando la esencia del camino te invade, cuando sientes la necesidad de abrirte a otros. Es así como acabé conociendo y compartiendo el paseo con Nicholá, una chica británica a la que no creo que vuelva a ver pero con quien compartí un agradable trecho del camino charlando.

Tras este trecho, la felicidad y la energía para seguir el camino me invadían, y fue ahí donde aparece el factor que realmente hace del camino una experiencia única, el razonamiento propio. Es en ese momento de soledad donde decides como quieres que sea tu vida, como quieres llevarla, como reaccionar ante ciertas situaciones... Como vivir. Posiblemente, sin este tramo, no volvería como he vuelto, radiante de felicidad y sin ningún tipo de preocupación que me corroa por dentro.

Un poco de meditación...
Dejando ya de lado este último tramo, pasamos al quinto y último, en el que me centraré sobre todo en la llegada a Santiago. La felicidad que albergaba en mi cuerpo cual peregrino era única. Había cumplido mi objetivo, había llegado a superar esa meta que me propuse desde el momento que enfundé mis pies en las botas de trekking, colgarme la mochila de la espalda y apoyarme sobre mi palo de peregrino. Y que mejor forma había de ser recompensado que por fuegos artificiales en Santiago de Compostela. Todo iba estupendamente, hasta que... Ocurrió la desgracia.

A las 22:00 de la noche, anunciaba por megafonía sobre el accidente de tren que tuvo lugar hace unos días. La felicidad de toda una ciudad se apagó, la luz de un gran número de personas del pueblo ya no brillaba. Y no queda mucho más que contar, el resto de día fueron una sucesión de caras fúnebres por Santiago.

Estuve en una ciudad en luto donde no reinaba mas que la melancolía. No quiero que interpretéis mis palabras como una queja, o incluso una burla. Es la verdad, la tristeza invadió el rostro de todas y cada una de las personas, y es por eso que me gustaría dedicar esta entrada a todas esas personas que han perdido algún ser querido en el terrible accidente, o que incluso solo se haya llevado un susto por la preocupación.

Y eso fue todo, a los 3 días, volví a Sevilla, mi hogar, donde fui recibido por unas gotas de lluvia, las cuales no me acompañaron en Santiago, puede que por respeto...

1 comentario:

  1. Tal y como lo cuentas me dan aún más ganas de hacer el camino, la verdad. Seguro que hay muchísimas más cosas que es imposible de relatar con palabras, que envidia.
    Bonita entrada y gran final, de las mejores Rubén.

    ResponderEliminar