domingo, 27 de octubre de 2013

Y aparecieron los orbitales d

Cumplido el primer mes de este nuevo curso, maldita casualidad, la familia de Segundo de Química B organizó su primera quedada para conocernos un poco mejor fuera de seminarios y matraces. Como suele ocurrir siempre, no fue posible que todos nos viésemos las caras esta noche, pero no pasa nada porque queda aún mucho curso y muchas salidas que escribir.

La huelga no fue más que una vaga escusa, porque al día siguiente algunos animados se presentaron en clase, para convertir este 23 de Octubre en la fecha indicada para la quedada. Los 100M, por eso de ser miércoles, y el posterior viaje a los bares sevillanos fue el plan que durante los días anteriores habíamos planeado.

Sin más palabrería vamos a contar esta primera, que no última, crónica aquí, ¡en aBOHRridos!:

Tanta discusión sobre la hora, al final acordamos llegar a partir de las ocho para conseguir mesa en esos 100 Montaditos que se llenan tanto los miércoles. Los primeros en llegar fueron Japy y Rubén, a pesar de que este último acababa de salir de las prácticas de Química Física, y comenzaron a apoderarse de las mesas disponibles.

Empezó lo que fue la caza de mesas y sillas más sangrienta de todas, obteniendo así el espacio necesario para todos los químicos, aunque finalmente nuestro querido Rubencito se tuvo que quedar de pie.

Tenemos pruebas de la sangrienta batalla necesaria para que todos ustedes se sentasen a cenar
Poco a poco iban llegando el resto de invitados, lo que nos obligaba una y otra vez a encontrar más sillas libras, y alguna que otra mesa. Japy nos llegó a echar la bronca a algunos, porque una pareja se marchó a nuestro lado y no nos coscamos, perdiendo una de esas mesas que tanta falta nos hacía, aunque finalmente sobrevivimos sin ella. Uno de los amigos precisamente de Japy que andaba por allí nos cedió una mesa más, y sillas que conseguíamos sueltas, para seguir ampliando nuestros orbitales. Admítelo Japy, no puede ser casualidad que siempre te encuentres a alguien...

Comenzaron a llenarse nuestras mesas de cervezas, tintos, refrescos y numerosos montaditos, impresionante lo que se estaba viendo. Aquella noche hacíamos rico a los dueños del local, seguro. La batalla de comida no debe olvidarse, allí volaban papeles, bolis, cartas y discusiones sobre el dinero que faltaba y sobraba en cada mano. "¿¡Tres cervezas!? ¿¡Sólo tres cervezas!?" exclamaba Japy tras pasar un papel para la bebida, o el ese tinto que nunca apareció que acabó forzando a Rubén a recoger céntimos de todos los presentes para poder pagarse otro, un momento muy épico que ayudo a muchos a soltar algo de chatarra de las carteras y amontonarlo todo en un sombrero que llegó hasta la barra.

Nuestros carismáticos compañeros esperando. Pensad que ese sombrero se llenó de céntimos
La cena, como es de esperar, estaba acompañada de viejas historias y buenas risas. Pedro venía con su indumentaria de empalme, aunque lo niegue, y otros cuantos utilizaban una silla como mesita auxiliar para dejar reposar los platos. Todos los vasos, sin importar el líquido que contenían, chocaron en un fuerte brindis que solo prometía grandes noches para una nueva clase que aún se intenta conocer. Montaditos extraviados, como aquel de hamburguesa de Dani, aunque todo apunta que acabó en boca de Japy, y otros que no eran lo pedido, como el de leche condensada y chocolate.

Y entonces, sin saber exactamente como, una apuesta. Otra más a la lista de cosas absurdas. Entró Rubén en el local, y al salir vestía con la bata y gafas de laboratorio, además del maravilloso sombrero de Japy. Todo un espectáculo que hacía que la gente a nuestro alrededor mirara algo asombrada de aquello. Como nos sabía a poco que la cosa se quedará ahí, se acercó Rubén hasta la mismísima puerta del Rectorado y le dedicó uno de sus cortes de mangas, ¡a joderse!

Esta es la única foto registrada de otro épico momento de Rubén
Pasado uno de los momentos más cómicos posibles, y volviendo un poco a la normalidad, la idea de viajar hasta la Alfalfa comenzó a tomar fuerza, mientras otros ya tenían decidido irse a Abril. Tras un curioso paseo buscando el fútbol; Mike, Pedro y Dani regresaron al grupo, aunque este último para despedirse. Llegamos al punto de ebullición, era hora de irse de bares. Adiós a los discotequeros, nos separamos hasta el viernes.

El camino a la Alfalfa no fue más que un recital de historias pasadas, algunas contadas ya antes por aquí. Nos acordábamos de los sudores de Esteban Alonso, o Jandro para los amigos, y sus mejores momentos de esa mañana en clase. Llegamos a nuestro destino y tras deambular un poco buscando el local adecuado entramos en el Bar sin Nombre, o Bar Antonio, ya tenemos dudas. Chupitos de vodka y tequila, y alguna cervecita que dejó a Rubén más tieso de lo que ya estaba. Hubo otro brindis, por salir limpios en Febrero, Junio o Julio, había discusión sobre ello.

Salimos del bar y Japy propuso ir a la Provenzal que se encontraba en la Alameda, a pesar del gran temor de Pedro a acabar dentro de la Fun Club, a tomar cervezas y echar el rato. Así, otro rato de andar y hablar, que parece que es lo más llamativo de la historia. Volviendo al asunto, y tras alguna charla arquitectonica que planteó Adri o una vieja historia con cámaras de Pedro, llegamos hasta la Provenzal y las cervezas empezaron a adornar el barril que habíamos cogido como mesa, aunque llegados a este punto se despidieron Adri, Jose Mari y Mike de la noche, este último tras quitarle algo de cerveza a Japy, porque no hay que cerrarle la puerta a nada.

Lo que acompaño este momento es algo de lo más cotidiano aquí en Sevilla y sobretodo encontrandonos en una provenzal: risas, buena compañía y sus correspondientes cervezas. A la par que aumentaba el número de vasos de cerveza vacíos, también aumentaba el cansancio y la necesidad de recogerse para todos nuestros queridos compañeros.

De esta forma, Aitor, Raquel, Lola, Laura, Julián y Javi pusieron rumbo a casa o a la Alfalfa. Mientras tanto, los más veteranos de este nuestro blog partieron en busca de algo de ambiente, entre ellos un Rubén sin mochila, gracias a la gentileza de Lola, que aceptó a llevarla y guardarla en su casa. Aunque partimos en busca de más ambiente, aquí el escritor en cuestión, sin batería en el móvil y con un incremento de la energía interna negativo, decidió partir a su hogar, llevándose con él una buena noche.

Se podría decir, que el curso comienza ahora, cuando se da esta toma de contacto que dará pie a más salidas como estas y, seguramente, más raras y más increíbles. Que estas palabras no queden en vano, si quereis que se repita la foto de arriba claro...

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