jueves, 14 de febrero de 2013

Un viaje inesperado

Cuentan que siempre, tras una fiesta, existen ciertas anécdotas individuales que no deben quedar perdidas en el olvido, o por lo menos ese es nuestro caso. Tras "No son buenas las mandarinas a partir de las 4 de la mañana", llega "Un viaje inesperado", la gran hazaña para regresar a casa.

Y es que no podía faltar otra situación absurda y surrealista para nuestro Blog, de esas que siempre nos ocurren sin contar con ello.  Este es el caso de Mike y Adri, que vivieron un viaje nocturno que no formaba parte de sus planes cuando esa noche decidieron salir con el grupo.

Amigos, seguidores, incrédulos, curiosos... aquí quedará recogida para siempre, en este pequeño Blog-Diario, la gran caminata necesaria para volver de ellos dos.

Con todo lujo de detalles, sigue leyendo aquí, en aBOHRridos:

La noche se apagaba para algunos llegadas las 2:30 de la mañana, y era hora de regresar a casa.
Abrazos para los que aun tenían ganas de seguir bailando; Dani, Mike y Adri pusieron rumbo a sus hogares desde la Alameda de Hércules.

Para Dani no fue tan difícil, estaba todo pensado: coger un taxi y hasta la cama. Aunque la realidad es que los taxistas decidieron jugar con él un rato, y moverlo de un sitio a otro hasta que decidieron. ¡Menos mal que el que le llevara ganaba la pasta eh!

Mientras el plan de Adri y Mike era muy simple: Abandonar la Alameda camino de Plaza de Armas, donde un autobús, concretamente el M164, los llevaría lo más cerca posible de sus casas. Y con esta idea en la cabeza pusieron rumbo en busca del deseado autobús.

Paseaban por la Avenida Torneo contándose bobadas y viejas anécdotas... ¡Coño, La Biblioteca Felipe González! Supuso un pequeño stop en el camino para contemplarla, acompañado claro está de cierta historia arquitectónica de dibujo de Mike. Y es que un mes, sábados a las 8:00 de la mañana incluidos, dibujando la mencionada Biblioteca merecía de una parada... para romperle uno de sus cristales*.

Llegaron a Plaza de Armas, y con tiempo para coger el autobús de las 3:00. Pero... había algo raro... todo estaba demasiado...¿apagado? ¡La maldita estación estaba cerrada! O por lo menos... esa era la apariencia que daba. Recorrieron de un lado a otro Plaza de Armas buscando una entrada, un algo que les diera esperanzas, hasta que asumieron que aquello no tenía buena pinta. '¿Qué hacemos?', se preguntaron. Pues... andar, que remedio. Andar hasta que duela.

Y con esto planificaron su nueva ruta: siguieron de frente, girando en el edificio de Mapfre, Calle Odiel hasta desviarse a un camino de palmeras, completamente oscuro, que dio lugar a un carril bici eterno, también bañado por la oscuridad.

Pasaban las 3:00 de la mañana, pasaban de bastante, y nuestra vista se iba acostumbrado a la oscuridad de la noche. El final del camino, evidentemente, no se podía ver.
Contábamos historias y manteníamos debates éticos por el camino. Llegamos a un fuerte foco de luz, solo Dios sabe por qué en aquel lugar tan alejado había un foco tan impresionante que casi nos cegó. Pero bueno, eso solo son detalles. Había un coche allí parado entre tanta luz, por lo menos sabíamos que alguien vivía, o a lo mejor foll... (Hola Jesús, te hacen caso)

El camino era ameno, paralelo al río, hasta que comenzó a cerrarse para poder pasar por debajo de las autovías. Tuvimos que evitar un par de cancelas, y los zapatos del traje ya empezaban a dar algún que otro dolor, maldita sea. Pero bueno, allí estábamos nosotros. Podíamos haber caminado por la misma autovía, no había peligro de que nos atropellaran, ni un alma nos acompañaba en la calle.

Una vez pasamos bajo las autovías llegamos al final al famoso Puente de Hierro. También volvían a nuestro camino las viejas farolas que iluminaban el sendero. Y es que, a fin de cuentas, estábamos a un puente de nuestro hogar.

¿Que hora podía ser? ¿Las 03:40? ¡Ya llegábamos al fin! Y así, con la alegría de dos náufragos, dimos nuestros últimos pasos a la gloria. Sin venir a cuento, mientras seguíamos con nuestras bobadas y Mike analizaba, por mero aburrimiento, la estructura de aquel puente, un viejo cruzó en bici a nuestra vera, dirección Sevilla. ¿¡Que diablos!? Había un anciano a las 4 de la mañana paseando en bicicleta, ¿A que hora salen a caminar estas personas? Aunque seguramente él también se quedó sorprendido de ver a dos jóvenes arreglados paseando a aquellas horas...

Y nada, llegados al final de aquel puente nos despedíamos para tomar direcciones opuestas y completar cada uno el largo camino a nuestros hogares. Eran, clavadas, las 3:51 de la mañana, cuando nos abrazamos celebrando nuestra victoria sobre los autobuses.
Y hasta aquí todo... salvo que, bueno, una vez Mike llegó a casa recibió un Whatsapp de Adri: estaba a punto de llegar a su casa cuando el 164M pasó a su lado, realizando su recorrido programado. ¡¡Ese maldito autobús se ríe de nosotros!!

Mapa del camino aportado por Adrián Silva.
En él se puede observar la ruta seguida, marcada en rojo, y  el camino de que siguió cada uno tras separarse .

*No llegamos a romper ningún cristal de la Biblioteca, pero ganas no faltaron...

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